
13 Feb Wannsee, un centro para la reflexión y el recuerdo de las víctimas del Holocausto
Por Ricardo Angoso
Este lugar, hoy museo y antaño la mansión que albergó el 20 de enero de 1942 a los “arquitectos” de la solución final, es también un homenaje póstumo al historiador Joseph Wulf, quien luchó hasta el final de sus días para demostrar y dar fe de la inequívoca ligazón entre el pueblo alemán y el Holocausto. Eso explica el olvido en que cayó su figura desde su inevitable suicidio.
La mansión de Wannsee, que acogió a la conferencia de altos jerarcas nazis que “diseñaron” la solución final para el exterminio de millones de judíos de Europa, se convirtió en un museo memorial que hoy acoge una exposición sobre lo que significó esta reunión y los pormenores de la puesta en marcha de los planes genocidas de la Alemania de Hitler.
El 20 de enero de 1942 se reunieron altos funcionarios de los ministerios nacionalsocialistas del Reich y la SS en la Villa Minoux, a orillas del Wannsee. Bajo la dirección del comandante de la SS Reinhard Heydrich se negoció allí la realización organizada para la deportación y el asesinato de los judíos de Europa en los territorios ocupados de Polonia y Europa del Este. “Las actas de esta reunión de secretarios de Estado conservadas hasta hoy, documentan que la decisión de deportar a todos los judíos europeos de las zonas bajo dominio alemán había sido tomada ya previo a la conferencia al más alto nivel, es decir, por el Führer y Canciller del Reich, Adolf Hitler”, señala una publicación relativa a la Conferencia del Centro Memorial y Educativo de Wannsee.
La mansión, que había sido propiedad de un noble alemán que la vendió a una institución policial controlada por los nazis, pasó después de la guerra por varias manos, entre ellas las de los norteamericanos que liberaron Alemania, el Partido Socialdemócrata alemán y una institución educativa alemana, para acabar convertida, con el paso del tiempo, en el Memorial y Centro Educativo de Wannsee.
El lugar se convirtió en museo en el 50 aniversario de la celebración de la conferencia, en 1992, y desde entonces se ha convertido en un importante centro donde se imparten conferencias, se organizan exposiciones temporales sobre el Holocausto, se celebran actos relativos al tema y por donde pasan todos los años miles de personas, especialmente alumnos de colegios e instituciones educativas.
El lugar es también un homenaje póstumo al historiador judío polaco Joseph Wulf, quien durante años luchó (1965-1971) porque este lugar se convirtiera en un museo para el recuerdo, la memoria y el estudio del papel de Alemania durante el Holocausto, algo a lo que las autoridades alemanas de entonces se negaron hasta que finalmente tuvieron que pasar muchos años para que se aceptaran las recomendaciones del difunto historiador. Wulf, que era un auténtico experto sobre el Holocausto y nos dejó 18 libros sobre la cuestión. Wulf se acabó suicidando desconcertado, olvidado, marginado e incluso amenazado por muchos alemanes que le consideraban un rencoroso judío incapaz de olvidar el Holocausto. La mayor parte de los editoriales le negaron, en aquellos años de desmemoria y olvido, la publicación de sus incómodos libros.
En su última carta a su hijo, David, Wulf escribió: “He publicado 18 libros sobre el Tercer Reich y no han tenido ningún efecto. Puedes documentar todo hasta la muerte para los alemanes. Hay un régimen democrático en Bonn. Sin embargo, los asesinos en masa caminan libres, viven en sus casitas y cultivan flores”. Dejó expresamente escrito en su testamento que nunca fuera enterrado en Alemania y actualmente sus restos descansan en Holón, en la costa central de Israel, al sur de Tel Aviv.
El historiador Nicolas Berg escribe que la obra de Wulf “marcó la ruptura de un tabú de Alemania Occidental”, colocando el Holocausto en el centro de su estudio de la Alemania nazi, a diferencia del enfoque de otros historiadores alemanes de la época, y utilizando un lenguaje directo. La violencia y el asesinato en masa habían sido objetivos del régimen, escribió, no un medio para lograr algún otro objetivo. Según Berg, los libros eran considerados en general importantes, pero los historiadores alemanes los menospreciaban por considerarlos poco académicos.
En definitiva, la historia de Wulf y de esta casa de Wannsee son historias paralelas y ambas confluyen en el ejercicio, quizá todavía no resuelto en Alemania, de conciliar las responsabilidades colectivas de los alemanes en el Holocausto y la necesidad de mantener viva la llama del recuerdo y la memoria de los millones de víctimas provocadas por esa gran tragedia que fue la Shoah. Si todavía quedan algunos supervivientes de aquellos tiempos aciagos y terribles, cada vez menos todo hay que decirlo, es porque los aliados pusieron fin a la guerra y liberaron los campos de exterminio, descubriendo, atónitos, el terror, la muerte y los abominables crímenes perpetrados por los nazis. Si la guerra hubiera sido ganada por los alemanes, seguramente hoy no quedaría ningún judío viviendo en Europa y sus vestigios habrían sido destruidos para siempre, sumiendo en el olvido esa presencia milenaria en el continente. De aquello de lo que no se conserva ni siquiera un fósil, pensarían los nazis, es que realmente no ha existido.
LOS ALEMANES Y EL HOLOCAUSTO
Aunque en los últimos tiempos se han hecho notables esfuerzos en Alemania, como lo son la apertura de numerosos museos, instituciones y monumentos conmemorativos que nos recuerdan a las víctimas del Holocausto, todavía queda mucho trabajo en el ámbito educativo no solamente en Alemania, sino en todo el continente, pues el antisemitismo sigue presente en nuestras sociedades y lejos de ser una sentimiento atenuado con el paso de los años se retroalimenta con los viejos (y también los nuevos) argumentos justificatorios, tan falaces como miserables. La apertura de este centro memorial de Wannsee es una buena muestra de que Alemania ha hecho notables esfuerzos para superar estos viejos y nuevos prejuicios y preservar la memoria de los que ya no están.
Paradójicamente, el ataque del 7 de octubre contra Israel, en que fueron asesinadas 1.200 personas y secuestradas como rehenes otras 250, ha provocado actos, manifestaciones y protestas antisionistas que han derivado en puro y burdo antisemitismo, con quema de banderas israelíes, ataques a instituciones hebreas, incluyendo sinagogas, y agresiones a judíos indefensos en nuestras calles.
Por tanto, y en este contexto tan confuso que vivimos y donde no parecen haberse conjurado los fantasmas del pasado, conviene hacer una reflexión sobre cómo debemos afrontar y tratar, ahora que están desapareciendo por razones biológica los sobrevivientes de los campos de la muerte, el Holocausto y la importancia que tiene la pedagogía en este sentido. Y en ese camino, todas las instituciones y centros educativos tienen una responsabilidad fundamental.
El historiador Francois Furet lo explicaba muy atinadamente: “Los crímenes del nazismo fueron tan grandes y resultaron, al final de la guerra, tan universalmente visibles que el mantenimiento pedagógico de su recuerdo desempeña un papel indiscutiblemente útil, y hasta necesario, mucho después de que hayan desaparecido las generaciones que los cometieron”. Así las cosas, y desde este punto de partida, educar acerca de lo que significó el Holocausto es fundamental para evitar caer en las trampas del pasado y también para afrontar un presente repleto de nuevas amenazas. Este museo de Wannsee es más necesario que nunca.
Fotos: del autor de la nota
Fuente: Aurora Digital